Entre las
muchas creencias populares arraigadas en la sociedad hay una que dejo de ser
cierta hace tiempo, pero que por algún extraño motivo sigue muy presente en la
cabeza de la gente. Es aquella que dice que “ir al dentista es doloroso tanto
para la boca como para el bolsillo”. Y podemos afirmar sin miedo a equivocarnos
que la primera parte de esa afirmación es completamente falsa, hoy en día un
dentista no concibe hacer su trabajo y provocar dolor en el paciente; las
técnicas y materiales han avanzado muchísimo en los últimos años, ayudando a
los dentistas a ser “populares” por primera vez en su historia. Sin embargo
para algunas personas el problema ya no es que sientan o no dolor sino que les
da miedo acudir al dentista. Ha dejado de ser un problema físico (el dolor)
para pasar a ser un problema psíquico (el miedo). Si dejamos pasar el tiempo
las posibles molestias que tengamos pueden agravarse y provocar un problema
mucho mayor; por eso es importante perder el miedo al dentista, para poder
cuidar nuestra salud bucodental con la mayor presteza posible.
A
continuación os enumeramos algunas técnicas para perder el miedo al dentista:
- - El
primer paso es tratar de no angustiarse por la proximidad de una cita con el
dentista, pensar que simplemente vamos a la clínica para consultarle un
problema al dentista.
- - Si
nos sentimos muy nerviosos podemos pedirle a algún de confianza que nos acompañe,
esto nos reconfortara.
- - La
importancia de informar; hoy en día los dentistas informan con todo lujo de detalles
a los pacientes acerca del problema y de la intervención que han de realizar.
Asegurarse de que el paciente entiende el tratamiento y está convencido de que
es necesario es el primer paso para que pierda el miedo.
- - Una
vez hayamos entendido nuestro problema y la solución que propone el dentista
podremos confiar en él, lo cual es el siguiente paso para relajarse.
- - Confiar
en nuestro dentista significa no cuestionar sus opiniones, al fin y al cabo él
es quien más entiende de salud bucodental.
- - Comunicarse
tranquilamente con el dentista, incluso durante el tratamiento, siempre que tengamos
una duda o suceda algo que no entendemos o que nos sorprende.
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